jueves, 20 de septiembre de 2012

Llamamiento a una nueva Cruzada

El mayor peligro para la libertad en el mundo es el islamismo. El mayor peligro para la Humanidad y la supervivencia de la especie. Es un grupo parasitario que carece y abomina de la ética del trabajo y una secta destructiva que predica el asesinato y el genocidio de cualquiera que no piensa como ellos o que, en su interior, plantea cualquier discrepancia.

Las evidencias de ese peligro son patentes y constantes cada día: asesinatos de cristianos en las naciones de mayoría musulmana, odio y asesinatos de occidentales, asaltos de embajadas norteamericanas, guerras civiles, amenazas de exterminio, carreras armamentísticas, fanatismo, barbarie. Y dentro de la misma Europa, disturbios vandálicos, agresiones xenófobas a los no musulmanes, intentos constantes de imponer las propias costumbres.

Es urgente afrontar este riesgo con decisión radical, porque el tiempo corre en contra si no se adopta una posición clara de firmeza que en esta sociedad que por tener miedo a la vida y a la libertad ha tomado miedo a las palabras, no tiene otro nombre que una nueva Cruzada.

Es preciso cuanto antes erradicar y aislar lo islámicamente correcto por lo que se cubre con un velo de estupidez la evidencia. No se trata de una minoría que haga una lectura incorrecta del Corán, ni que sea mucho menos repudiada por el resto. No hay ninguna primavera árabe, ni nada que justifique, ni de lejos, la metáfora primaveral. Hay un invierno de fanatismo y barbarie que se extiende por el mundo y que amenaza con anegar en su lodazal a las sociedades occidentales. Se trata de la secta mahometana como tal, de su texto canónico y de su terrible praxis a través de la sharia.

No hay musulmanes moderados. Puede haber y hay moderados exmusulmanes, pero en cuanto musulmanes son un peligro para la civilización, pues el único texto válido para la relación con los infieles es la llamada aleya de la espada: “Matadlos allá donde los encontréis”. Los no musulmanes no tienen ni la categoría de seres humanos pues son “peores que las bestias a los ojos de Alá”. La exaltación del asesinato, el precepto de matarás es constante en la tediosa reiteración coránica.

No hay integración posible. Todos los preceptos coránicos y de las recopilaciones de hadices de la Suna buscan la exclusión y la conformación de una comunidad cerrada y agresiva, que se manifiesta hacia dentro mediante la imposición, la coacción y el asesinato (el decreto de takfir o apóstata) y hacia fuera mediante la violencia irrestricta, de la jihad o guerra religiosa. Está prohibido tener amistad con los no musulmanes, aunque se acepte la simulación o taqiya. Es notorio que en la medida en que las poblaciones musulmanas llevan más tiempo en las sociedades occidentales los problemas que generan son mayores. Es decir, que es peor en la segunda generación y mucho peor en la tercera generación. Aberraciones como los crímenes de honor o la ablación del clítoris se incrementan.

Es fundamental no callarse nunca frente a quienes tratan de desarmar a las sociedades occidentales, indicando que se trata de cuestión de tolerancia o ante los que frente a la evidencia acusan de continuo de xenofobia y racismo a quienes señalan este tremendo riesgo civilizatorio. Es cada vez más patente en las sociedades europeas un racismo antieuropeo, una osadía violenta de los musulmanes. E insisto por si queda algún incauto: no es Al Qaeda, es la secta mahometana, Al Qaeda sale de ella de manera natural en cuanto al rigorismo y la barbarie.

Esa nueva Cruzada debe conducir a la expulsión de las poblaciones musulmanas del conjunto del continente europeo. No podemos trasladar este conflicto gravísimo a las futuras generaciones en términos irresolubles. Debe cortarse cualquier subvención a los musulmanes y a las asociaciones musulmanas. Esta tremenda invasión, con demografía expansiva, está siendo realizada con subvenciones extraídas del contribuyente mediante la coacción estatal. En España la mayoría de esas poblaciones no producen nada, no trabajan en nada real, sino que viven del esfuerzo de los demás. Los políticos pretenden tener ahí un grupo mascota dependiente de las ayudas estatales. Pero los políticos actuales son nuestros enemigos, son enemigos de la civilización. Esta postura de claridad está ampliamente extendida en las poblaciones, es muy mayoritaria, pero es continuamente ocultada bajo dictados políticamente estúpidos.

La nacionalidad no es una patente de corso. Implica no promover ni propugnar el asesinato de los demás connacionales y la igual dignidad de todos ellos, hombres o mujeres. Por tanto, la nacionalidad ha de ser quitada judicialmente cuando esos requisitos no se cumplen. Los musulmanes no los aceptan.

Esa Cruzada ha de ser europea y ha de conjugar esfuerzos de fuerzas aparentemente distantes, pero que tienen esta cuestión meridianamente clara. Para romper lo políticamente correcto hay que actuar dialéctica y políticamente con radicalidad. No hacerlo traería mucho más graves consecuencias en el futuro. Esta Cruzada se puede y se debe ganar.

Enrique de Diego.-